¿Cómo se diagnostica la espina bifida en un feto?
Hoy en día, la espina bífida se diagnostica de forma prenatal, aunque algunos casos leves pueden pasar desapercibidos hasta después del nacimiento, o postnatal. Los casos muy leves, donde no hay síntomas, pueden no detectarse nunca.
Diagnóstico prenatal
Los análisis más comunes usados para detectar la espina bífida durante el embarazo son la alfa fetoproteína sérica materna del segundo trimestre (MSAFP) y el ultrasonido fetal.
El MSAFP mide el nivel de una proteína llamada alfa-fetoproteína (AFP), producida por el feto y la placenta. Durante el embarazo, una pequeña cantidad de AFP normalmente cruza la placenta y entra en el torrente sanguíneo materno. Pero si aparecen niveles altos anormales, puede indicar que el feto tiene un defecto del tubo neural.
La prueba MSAFP no es específica para espina bífida, y no puede determinar con seguridad que haya un problema con el feto. Si el médico detecta un nivel alto de AFP, solicita más pruebas, como el ultrasonido o la amniocentesis para ayudar a determinar la causa.
Durante la amniocentesis, el médico extrae muestras de líquido del saco amniótico que rodea al feto, y aunque no es 100% segura, encontrar niveles altos de AFP puede indicar que exista la posibilidad de que el feto sufra de espina bífida.
El panel MSAFP del segundo trimestre se realiza solo o como parte de un panel más grande y con marcadores múltiples. Los paneles con marcadores múltiples buscan varios defectos de nacimiento, como síndrome de Down y otras anormalidades cromosómicas.
Diagnóstico postnatal
Si durante las pruebas prenatalas no se han detectado que exista espina bífida, se puede detectarse en forma postnatal por radiografías.
Mediante imágenes por resonancia magnética (IRM) o una tomografía computarizada (TC) se obtiene una imagen de la columna y las vértebras.
Si se sospecha hidrocefalia, el médico puede solicitar una TC o radiografías del cráneo para buscar líquido adicional en el cerebro.